Organización hidráulica y poder en el Cuzco de los Incas1 – Administración del riego en el Cuzco
La distribución de los derechos a las aguas y las tierras se hizo principalmente a las “panacas”, que dominaron las acequias mayores y las mejores tierras. También controlaban un área mayor del valle del Cuzco. Los territorios de las “panacas” se basaron en los distritos de los canales más importantes que formaron el corazón de sus tierras.
Las acequias incaicas eran, sin duda, los productos de obras realizadas en varias épocas –preincaicas e incaicas– por varios pueblos, aunque faltan las investigaciones arqueológicas para comprobarlo. Varias historias incaicas se refieren a la usurpación de las aguas y tierras de los pueblos que ocupaban el valle antes de la llegada de los incas.
Mama Huaco, el personaje más importante para el establecimiento de campos de cultivo de los primeros incas, no bien escogió un sitio con suelos apropiados para el cultivo del maíz, expropió las acequias de los Gualla que vivían allí. Otros mitos mencionan las acequias de los Alcauiza, que los incas robaron.
Sin embargo, los incas habían desarrollado la infraestructura hidráulica, obras que se recuerdan en las tradiciones incaicas, como las ya mencionadas obras para regar el valle atribuidas a Inca Roca, y las obras de la canalización del río Huatanay y del drenaje de las tierras bajas atribuidas a Sinchi Roca.
Los primeros cronistas españoles describieron algunas de estas obras. Relatan que los ríos eran originalmente canalizados y enlozados con piedra aguas arriba del Cuzco y en el valle. Quedan restos de estas obras y de los reservorios enlozados de piedra. Se han encontrado restos de las obras de drenaje cerca del Huatanay y restos de acueductos subterráneos en el Cuzco, que proveían a los palacios y templos de aguas de manantiales.
En el valle del Cuzco los incas tenían que administrar las obras hidráulicas. Su solución se basaba en los principios del derecho tradicional de la sierra andina, que entrega a los ayllus (“panacas”) la responsabilidad tanto como los derechos propietarios de las acequias y reservorios. El sistema funcionaba bien porque un ayllu, o controlaba una acequia completamente o la compartía con otro ayllu, organizando su relación con el otro ayllu de acuerdo a las relaciones jerárquicas que establecían una relación dual, entre una mitad alta y otra baja.
De manera que la organización sociopolítica tradicional asumía la responsabilidad para la distribución de los derechos de varios ayllus a una acequia. Las autoridades de los ayllus también servían de oficiales para administrar asuntos hidráulicos. Hay varios aspectos de esta administración. Primero, de acuerdo a la costumbre andina en general, la distribución de las tierras a las familias dentro del ayllu incluye los derechos al agua de las acequias que las riegan. Esta distribución no es necesaria cada año.
Como otros autores han sugerido, los derechos a los campos cultivados intensivamente se heredaban dentro de cada familia. Las tierras que las autoridades redistribuían periódicamente eran las tierras comunales (sapci), que no se cultivaban intensivamente, y por eso no se regarían tierras y aguas de las “panacas” y ayllus del Cuzco. Un segundo aspecto de la administración del agua de un ayllu es la distribución de los turnos de cada agricultor. A juzgar por las costumbres actuales, las autoridades mantenían una relación del orden del riego para cada campo.
En algunos lugares se respetaba un orden de la ‘cabeza’ a la ‘cola’ de la acequia, y en otros de la ‘cola’ a la ‘cabeza’. La decisión de cuál, respondería a varios factores. La acequia de Sucsu Aucaille sigue un orden de riego que comienza con las tierras más altas de la ladera y sigue hacia las más bajas, terminando con las del fondo del valle, debido a dos razones microclimáticas. Las tierras altas son menos vulnerables a las heladas que azotan el fondo del valle, pero también reciben menos sol por su orientación hacia el Sur.
Por eso el maíz necesita más días para madurarse en las laderas que en el valle, pero a la vez está más protegido en la ladera, de manera que se puede sembrar allí antes que en el valle. El orden en el Cuzco incaico era, generalmente, desde arriba hacia abajo. Sin embargo, hay que resaltar que el orden correspondía idealmente al calendario propio de cada terreno.
La diferencia fundamental entre la costumbre incaica y la española era que entre los incas los turnos al agua correspondían a los terrenos, y no a las personas que tenían derechos a los terrenos. Los españoles se consideraban propietarios de los turnos, y solían vender sus turnos independientemente de los terrenos regados. En la época incaica, para asegurar que los turnos se respetaran, había ‘tomeros’. Actualmente una acequia que usa un solo ayllu elige un tomero –o varios tomeros–, que vigila que cada persona tome su agua en su debido turno.
Se dice que el tomero debe ser una persona ágil, que corre bien, para poder vigilar las acequias.36 En el caso de una acequia o río cuyas aguas se comparten entre varios ayllus, la responsabilidad del tomero sería mayor. Los tomeros incaicos del río Huatanay distribuían el agua por turnos a las autoridades de los ayllus y “panacas”.
Sin embargo, no hay ninguna indicación de que estos torneros eran una burocracia hidráulica que formaba la base del poder del Estado inca. Básicamente el poder para controlar la administración de las aguas era la responsabilidad de las autoridades de cada ayllu, sin separar los derechos del agua de los derechos a las tierras regadas.
Estos derechos pertenecían a los ayllus y “panacas”. Por eso la distribución de los derechos a las aguas en el Cuzco incluye la distribución de las tierras. Dada la importancia de establecer esta distribución espacial a las “panacas” y ayllus, las autoridades estatales más importantes serían los amojonadores de las tierras, saywa checta suyuyoc.
37 Los dos amojonadores más importantes del imperio en el tiempo de Túpac Inga Yupangui, Cona Raqui (de Hanan Cuzco) y Una Caucho (de Urin Cuzco), delimitaron y marcaron la distribución de las tierras y de las aguas. Colocaron los hitos de piedra. Las piedras talladas en Hanan Cuzco, que señalaban las fuentes de los canales y los manantiales, tenían entonces, además de un significado religioso, una función civil: la de indicar la distribución de los derechos a las aguas. Puesto que el Cuzco y el resto del imperio estaban organizados por mitades, había dos amojonadores, uno para cada mitad.
La autoridad superior a la que los amojonadores responderían, sugiero, era la “segunda persona” del Inca. La división de las responsabilidades estatales entre ellos se ve en las tradiciones incaicas que tratan de Túpac Inca Yupanqui y su “segunda persona”, Amaru Túpac Inca. Se dice que Amaru Túpac Inca era, en realidad, el hermano mayor, pero su vocación no era la guerra y la conquista sino la agricultura, la religión y los asuntos del pueblo, de los agricultores.
38 Por eso su hermano Túpac Inca Yupanqui ascendió al trono y Amaru Túpac Inca se hizo “segunda persona” al mismo momento. “Segunda persona” es el término que los españoles inventaron para describir este oficio.39 El término original probablemente tenía el sentido literal de “hermano mayor”, de acuerdo con la terminología incaica para designar el rango político en términos de parentesco. La jerarquía superior del hermano mayor al hermano menor se entendía bien.
Patricia Netherly encontró muchos casos de un patrón político en la Costa Norte del Perú prehispánico en que cada señor principal fue acompañado por una segunda persona y estas dos autoridades encabezaban una mitad (moiety) en cada nivel de la organización del señorío.40 Una de las responsabilidades principales de Amaru Túpac Inca era la de decidir cuáles huacas se incluían y cuáles se retiraban del sistema incaico.
41 Era una función civil que tenía consecuencias importantes para el rito oficial, y que habría determinado la distribución de los derechos a las tierras y a las aguas. Como he argumentado arriba, las huacas oficiales del sistema de los ceques servían de hitos, demarcando los límites entre tierras y distritos de acequias. Sugiero que era él, Amaru Túpac Inca, la segunda persona, quien era la autoridad que decidía esta distribución de los derechos a las tierras y las aguas, y que era él quien decidiría las disputas al nivel máximo.
El inspector general, el Tucuricu, tendría la obligación de vigilar el funcionamiento cotidiano del valle del Cuzco, para asegurar que las decisiones hechas por la segunda persona se ejecutaran bien. El Tucuricu conocía quiénes tenían cuáles tierras y aguas. La administración incaica de las aguas del valle se basaba, entonces, en la estructura de la “panaca” y del ayllu, a los cuales distribuía los derechos a las acequias tanto como las obligaciones para su mantenimiento anual y su funcionamiento diario.
Las acequias tenidas por más de una “panaca” o ayllu se administraban por medio de las relaciones jerárquicas establecidas entre ellos. La administración dual por dos “panacas” era común en el Cuzco incaico, como es evidente en los casos de la acequia de “Sucsu panaca” y “Aucaille panaca” y del canal de “Cápac ayllu” e “Iñaca panaca”, y quizá de una acequia de “Iñaca panaca” y “Uicaquirao panaca”. La dependencia mutua de dos “panacas” de una sola acequia creaba un lazo que facilitaba la organización de las dos “panacas” como una unidad de dos mitades.
Este sería el caso de “Sucsu panaca” y “Aucaille panaca”, que funcionarían como un solo ayllu después de la conquista. Algo parecido ocurriría con “Cápac ayllu” y “Hatun ayllu” –éste quizá equivalente a “Iñaca panaca”– que formaron un ayllu llamado “Cápac Hatun ayllu” después de la conquista.42 Al examinar la distribución de los derechos a las aguas y tierras de las “panacas” y los ayllus del Cuzco, salta a la vista un orden simétrico y jerárquico de mucha elegancia, que no pudo ser el resultado de decisiones hechas por diversos grupos de interés a través de los dos siglos del poderío incaico. Se ven claramente los rastros de una planificación global del valle.