EL MUNDO AYMARA – La conquista y la colonia: ¿evangelización u opresión?
La conquista de América Latina no fue sino una empresa ambiciosa de aventureros en busca de riqueza y de tierras, respaldada por las coronas católicas de España y Portugal. La conquista española del mundo aymara se produjo poco después de la toma de Cuzco.
Ellos, divididos en pequeños reinos, desorientados en su reacción, fueron presa fácil para la estrategia militar y política de los conquistadores. Sin embargo, lucharon hasta las últimas consecuencias, dando su apoyo a la resistencia valientemente declarada a los españoles y que duró unos cuarenta años.
8. Así comienza la conquista política, la explotación económica, el avasallamiento religioso y cultural, la destrucción. En síntesis, el holocausto de América Latina. La mentalidad colonizadora es fruto del pensamiento y las estructu- ras políticas, sociales y religiosas de la Europa medieval.
Desde siglo IX en adelante, empieza a tomar forma en Europa lo que se llama el Sacro Imperio Germánico, como intento de recomponer el espacio dominado por el Imperio Romano, pero con una nueva mentalidad, porque, entre tanto, se había producido ya la cristianización casi global de aquel lugar. Además, está el aspecto fundamental de que es una sociedad sostenida sobre dos co- lumnas: el Imperio y la Iglesia, el papa y el emperador.
Estas son imágenes que el conquistador trae y que luego se reflejarón en la constitución de la sociedad colonial: Iglesia y rey.
9. El aspecto más característico de la conquista ha sido la evangelización. Con un trasfondo económico, se constituyó en una de las formas de dominación y sometimiento, en este caso, espiritual e ideológico-religioso.
Desde entonces, la práctica de la religión cristiana fue puesta en primer lu- gar, mientras que se obligó a toda forma de religión andina o indígena a pasar a la clandestinidad. El personal que intervino directamente en la evangelización estuvo integrado por clérigos regulares y seculares, cuya extracción social correspondía a las capas dominantes de la Península Ibérica, y cuya perspectiva teológico pastoral estaba marcada por el pensa- miento medieval de la escolástica y la mentalidad de la Contrarreforma, es decir, era más apologética que formativa, más silogística que bíblica, y con una moral más casuística que orientadora.
Dentro de esa mentalidad, la Iglesia traza pautas rigurosamente definidas en cuestiones de dogma y moral. Bajo estas directrices se entiende que los misioneros ibéricos anate matizaran sin contemplaciones la religión, la cultura y el pensamiento andinos, y proclamaran, sin ninguna duda, la absoluta superioridad de la fe, la civilización y organización socio-política traídas de España.
En síntesis, la evangelización en los siglos de la conquista, de la Colonia e incluso hasta la era republicana, se caracteriza por una constante opresión y una insistente aculturación a la fe y a la mentalidad occidental. Hoy en día, los mismos aymaras cuestionan: ¿en qué medida el anuncio del Evangelio ha sido buena noticia? ¿Es que el Evangelio ha sido manipu- lado o mal interpretado para justificar los intereses de los conquistadores?
La respuesta no se hace esperar: “Lamentablemente, en todo el transcurso de la historia de la Iglesia, el evangelio que han traído los colonizadores ha sido para los aymaras un evangelio de mala noticia, de opresión, de esclavitud, de sufrimiento, de amargura, de dolor, de hambre y de muerte.
No porque el evangelio en sí sea mala no- ticia, sino por incumplimiento de aquellos que han traicionado el verdadero evangelio dejándose llevar por la codicia material del oro y la plata y, así, han olvidado el mensaje verdadero de amor, paz, justicia, bondad y vida. Han utilizado la Palabra de Dios para legitimar los intereses sectarios”10.