LA EXPERIENCIA RELIGIOSA AYMARA – Interpretación simbólica
Nuestra época redescubre la importancia del lenguaje simbólico en toda la organización humana, y por lo tanto, también, en todo sistema re- ligioso. El símbolo aparece, efectivamente, en su ambivalencia y su pluralidad, relacionado a su propia existencia de hombre individual y colectivo. La manifestación ritual de los aymaras no es una mera explicación racional que conceptualiza su experiencia religiosa, sino que es la expresión significativa que se traduce y visibiliza en gestos simbólicos propios de su cultura.
Símbolos que, efectivamente, presentan su ambivalencia y pluralidad, ligados a la propia existencia del hombre aymara en su dimensión individual y colectiva. Por ello, sería difícil comprender cabalmente los ritos y el ritual de este pueblo si no tomamos en cuenta el contexto glo- bal donde se desenvuelven, las razones que los hacen perdurar y hasta los motivos que decretaron su extinción.
La ofrenda representa la cosmovisión, la vida, la historia de un pueblo fragmentado y plural que lucha por recuperar su unidad experimentada en un pasado mítico e histórico. Esta concentración da lugar a que las ofrendas siempre sean compuestas, es decir, dones en los que, en primer lugar, son simbolizadas toda la naturaleza y todas sus fuerzas por medio de un gran número de elementos del mundo animal, del mundo vegetal y del mundo mineral, pero en los cuales el mundo sobrenatural tiene su campo por la presencia de una cruz y/o de reproducciones en miniatura de uno o más santos.
La composición de las ofrendas, por la reunión de ingredientes cuidadosamente seleccionados, simboliza la solicitud de ayuda o la voluntad de dar gracias; lo mismo se interpreta también en las oraciones. De esta manera, los ritos son un medio tal de comunicación entre los hom- bres y el mundo extrahumano que se han integrado en su comunidad como una concreción especial a nivel religioso del principio general de reci- procidad: ayuda mutua (ayni).
Esta relación entre el hombre y todo lo que le rodea (naturaleza, mundo sobrenatural, cosmos) tiene tres dimensiones estrechamente inte- rrelacionadas. En primer lugar, la dimensión social, que se manifiesta en el concepto amplio de familia y comunidad. En segundo lugar, la dimensión ética, que se expresa, por un lado, en la voluntad de cultivar buenas relaciones con los espíritus tutelares y con los miembros del mundo sobrenatural, y en la práctica de respetar la tierra y de no explotarla desmesuradamente y, por otro lado, en la convicción de que el comportamiento moral de los hombres entre sí puede tener repercusiones positivas o negativas so- bre los otros integrantes del universo.
Y, en tercer lugar, la dimensión ritual, que lleva las otras dimensiones a un nivel trascendental y que, en última instancia, convierte el cultivo de las relaciones, dentro de la comuni- dad extensa en una celebración de la creación, en una celebración del universo.
Así, el lenguaje simbólico del rito aymara nos muestra que su experiencia religiosa es experiencia del Creador que actúa e interviene en la his- toria de este pueblo.
Es una experiencia de fe. Fe en la medida en que es una realidad verdaderamente encarnada en el hombre, y que no puede dejar de tener su experiencia ritual. Por ello, el rito es un lugar privilegiado para la experiencia religiosa, porque permite al creyente, a través de sus diferentes lenguajes (la palabra, el gesto, el silencio y demás formas simbólicas, que pueden expresarlos en un lenguaje total), comunicarse y vivir la experiencia de Dios.