LA EXPERIENCIA DE DIOS DE LOS AYMARAS A LA LUZ DE LA FE CRISTIANA – Del cautiverio a la libertad
“El pueblo que habitaba en las tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido” (Is. 9, 2s). Los pachas kairoi de este pueblo, iluminados por el mensaje de la buena nueva, nos llevan a percibir que su religiosidad no es mera manifes- tación cultural, sino auténtica celebración de la automanifestación del Dios que se revela a toda la humanidad.
En ese sentido, esta última parte intentará explicarnos cómo el rito de la ofrenda se constituye en una celebración de la vida, celebración de la liberación del pueblo aymara en y sobre la tierra. De ahí, que ellos clamen no sólo por salir de la clandestinidad, sino también por romper las cadenas que aún los mantiene en las tinieblas del cautiverio, impuestas por la opresión desde hace mas de cinco siglos.
Los aymaras, al igual que todos los pueblo originarios de Abya-Ya- la, levantan su voz de protesta en contra de los sistemas colonizadores, no sólo porque los han mantenido en el silencio y en la clandestinidad, sino, sobre todo, porque estos sistemas han ido creando paulatinamente en la historia regímenes totalitarios, violentos y represivos que hasta el día de hoy mantienen a muchos pueblos en la cautividad.
Pero al mismo tiempo, comprobamos que este cautiverio no los reduce a la nada, sino que constituye el horizonte mayor en la búsqueda de sus proyectos de vida y liberación. Este proyecto teológico se inscribe, además, dentro de un pensamiento también teológico que se expresa en diferentes formas en Abya-Ya- la.
No se limita sólo a una resistencia sino que busca un futuro donde se superen totalmente las marginaciones y exclusiones, y sin ningún tipo de enmascaramiento, surja como pueblo, con su propio rostro liberado.
Si para Israel el cautiverio en Egipto y Babilonia fueron tiempos de elaboración de la esperanza y de los dinamismos necesarios para el momento de la ruptura liberadora, para el pueblo aymara, por encima de todo, el cautiverio les llevó a experimentar pachas de una vivencia existencial con el Dios que se solidariza con los sufrimientos y angustias, ayudándoles a hacer memoria, preparar el terreno, sembrar, concebir y crecer en el corazón de la Pachamama (Madre tierra).
En consecuencia, la reflexión aymara nace en la profunda experiencia espiritual del silencio, de la clandestinidad y del cautiverio: experiencia sensible y solidaria de un pueblo que continuamente busca su liberación. Ellos saben muy bien que a Dios no se le rinde culto sino en situación de libertad. A su vez, la liberación alcanza su plenitud en la oración al Dios de la vida.
Por eso, sus manifestaciones rituales en nuestro caso, el rito de la ofrenda a la madre tierra (Pachamama) constituyen el centro de toda su experiencia de fe. A travéz de esa ofrenda este pueblo celebra, conmemora y reconoce a Dios no sólo como el Creador del universo que le rodea, sino también, y de manera especial, como el Dios histórico presente en las luchas continuas por su liberación, en la defensa y recuperación de esa naturaleza despojada y cautiva durante siglos.