LA EXPERIENCIA DE DIOS DE LOS AYMARAS A LA LUZ DE LA FE CRISTIANA – La revelación bíblica
La primera experiencia aymara, y de todos los pueblos originarios de Abya-Yala, con la revelación escrita fue traumática. La cruz, la espada y la Biblia fueron símbolos ideológicos y de muerte con los que se juzgó y se justificó la conquista política y cristianizadora de los pueblos de este continente.
Quinientos años después, al conocerse mejor la verdad del Evangelio, los hechos de la historia y lo que ahora está sucediendo, se han vuelto críticos y denuncian con gritos proféticos todo lo que se les impuso con arbitrariedad y traición. Ellos han comenzado a romper el silencio y han comenzado a hablar, a salir de la clandestinidad y a ponerse de pie, reivindicando sus derechos y valores.
“Nosotros, indios de los Andes y de América, decidimos aprovechar la visita de Juan Pablo II para devolverle su Biblia, porque en cinco siglos no nos ha dado ni amor, ni paz, ni justicia. Por favor, tome de nuevo su Biblia y devuélvala a nuestros opresores, porque ellos necesitan sus preceptos morales más que nosotros.
Porque desde la llegada de Cristóbal Colón se impuso a la América, con la fuerza, una cultura, una lengua, una religión y unos valores propios de Europa. La Biblia llegó a nosotros como parte del cambio colonial impuesto. Ella fue el arma ideológica de ese asalto colonialista. La espada española, que de día atacaba y asesinaba el cuerpo de los indios, de noche se convertía en la cruz que atacaba el alma india”47.
Así también se denuncia la manera cómo las iglesias protestantes y las confesiones fundamentalistas manipulan la Biblia en contra de la vida y la fe de los pueblos indígenas. “(…) los aymaras que abandonaron su religión ancestral, al final no saben a quien creer, porque cada una de las confesiones pretende tener la ver- dad absoluta.
Todos dicen ‘mi iglesia es la más verdadera, perfecta, santa’ (…). Esta es la triste historia del protestantismo en el mundo aymara”48. Por el contacto frecuente con la revelación escrita49, también cuestionan las actitudes frente a sus propias posturas radicales y modos de vivir, encontrando en ella un dinamismo que ayuda a hacer memoria de sus orígenes, su pasado y su historia, y un camino que suscita nuevas experiencias de Dios.
La palabra proclamada como Buena Nueva ilumina la vida y el caminar de este pueblo que asume libremente los desafíos de conversión y compromiso, exigiendo también una hermenéutica que valore y potencie a su pueblo, cultura y expresiones religiosas. De esta manera, la fuente divina de la revelación, por medio del Espíritu, viene escrutando los corazones y la mente de estos pueblos, que descubren el amor salvífico en su historia: “Los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre.
Mi morada estará junto a ellos, seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Zc. 37,26b-27). Este contacto progresivo con las Escrituras lleva al entendimiento y la constatación de que la revelación se hizo en la historia50: “Dios habló en la Sagrada Escritura por medio de hombres y de manera humana”51. La historia de la palabra de Dios es siempre mediada por los propios hombres.
Dios escoge un pueblo, haciendo con él una Alianza (Ex. 6,7), revelándole su ser y su proyecto salvífico. Esta experiencia, que era sólo de un pueblo, se amplia y recibe una interpretación universal y definitiva en la persona de Jesucristo (Mc. 16,15). Así, la comunidad lo reconoce a través de sus acciones y palabras como el propio Hijo de Dios (Jn. 9,1-41).
Hoy el pueblo aymara reconoce la Biblia como su libro, “libro de la Iglesia”, del pueblo de Dios, “escrito para nosotros”. No es sólo el libro de los estudiosos, sino de todos los que día a día aportan algo en la construcción del Reino, de todos aquellos que gritan “somos pueblo, somos Iglesia”52.
La Biblia, desde esa visión y relectura, comienza a inspirar la vida haciendo renacer en ella otra visión de sí misma y de la propia existencia, en cuyo centro más profundo habita la presencia viva y vívida de la persona de Cristo y la fe en la acción del Espíritu Santo. Bajo esta situación, la Biblia y la vida se entrelazan en el descubri- miento del Dios de los empobrecidos.
Desde el Dios del Éxodo trabajado seriamente en las comunidades se accede paulatinamente al Dios revelado en Jesús de Nazaret. Las huellas de su caminar histórico se ofrecen como horizontes de compromiso para las comunidades creyentes. Su misericordia entrañable se descubre, así, como experiencia fundante de una nueva creación.
Es memoria especialmente significativa y subversiva acerca de la praxis concreta de Jesús, que se deja afectar en lo más profundo de su ser por el dolor y el sufrimiento de personas y colectivos, devolviéndoles la dignidad, la integridad, la fortaleza, la vida y la esperanza, más allá de la ley53. “Aquí estamos con nuestra Wiphala, oh, Tata Wiracocha.
Pachaka- mac, danos fuerza para luchar por nuestra liberación (…) Que será como agua de lluvia que riega nuestra Pachamama seca, que hace brotar y crecer la semilla. Entonces cosecharemos con alegría los frutos, regados por la sangre de nuestros mallkus, jilawiris y jilaqatas”54. La revelación bíblico cristiana hace de la realidad del mundo y de toda la historia una lectura histórico salvífica.
Así, la propia creación no es solamente la manifestación del poder, belleza y sabiduría de Dios, sino también palco para la acción salvadora de Dios (Gen. 1-2) y obra hecha por, en y para Cristo (Col. 1,15-17). De ahí, que sería ingenuo pensar que los hombres de la Biblia vivían toda su ética, su culto y su religiosidad como algo expresamente revelado.
“Eso que hoy llamamos ‘revelación’, aplicándolo al conjunto de lo que aparece en la Biblia, es un concepto derivado, elaborado a posteriori. El israe- lita no vivía envuelto en una especie de luz de revelación, que lo bañase todo. Vivía, eso sí, igual que los demás pueblos de su entorno, en un ambiente impregnado de religiosidad, sin la clara distinción entre lo sagrado y lo profano que caracteriza al hombre moderno.
En ese ambiente, la conciencia expresa de que lo sagrado se manifestaba no era extraña, pero acontecía también igual que en los demás pueblos en momentos y manifestaciones determinadas”55. Por eso, todos los acontecimientos que se relacionan con la historia de este pueblo son vistos histórica salvíficamente.
Esta revelación es trans- mitida como una historia realizada en etapas. Y en cada etapa, el autor sagrado revela facetas del ser y del proyecto de Dios. Este conjunto se constituye como revelación fundante.
Es decir, es en la palabra donde la revelación bíblica alcanza su máxima elevación y significatividad; y en ella, acaba reflejándose, de una manera u otra, toda la conciencia de la comunicación entre Dios e Israel56. En conclusión, estas grandes pinceladas de la automanifestación libre de Dios que envuelve al hombre y al mundo en la luz de la verdad nos permiten reafirmar lo siguiente: si existe una revelación consignada como definitiva, eso no significa absolutizarla como la única verdadera fuente a otras falsas, sino cómo la verdad de esa revelación puede ayudar a la de las otras revelaciones.
La revelación cristiana es una llave hermenéutica de interpretación de las otras revelaciones. “Las tierras de todas las religiones están atravesadas por manantiales de agua pura de revelación del único y verdadero Dios, que llamó a todos los pueblos a la salvación. La revelación cristiana proporciona el mapa de tales manantiales.
Con él se puede descubrir mejor donde corren tales aguas, en qué dirección van, que obstáculos existen que las impiden fluir. Con él se pueden dirigir con facilidad las aguas de la revelación cristiana para los mismos manantiales, haciéndolos más abundantes”57.