LA EXPERIENCIA RELIGIOSA AYMARA – Interpretación del rito

El interés por el estudio de los ritos aymaras data desde los primeros tiempos de la Colonia. Ellos, por un lado, son explicados con presu- puestos puramente subjetivos: “brujería”, “idolatría”, “animismo”, “ignorancia de los indios”, y, por otro, con categorías racionales y científicas: “reducir la ansiedad originada por la tremenda agresividad del medio”.

Este trato subjetivo racional de las investigaciones los ha reducido a una mera práctica ritual, despojándolos de su verdadero sentido y vivencia de experiencia religiosa. Por eso mismo, antes de interpretar el carácter simbólico que subyace en el rito, brevemente, vamos a indicar las objetivaciones y repercuciones en su práctica y celebración; para luego terminar señalando algunas vías que ayuden a recuperar su sentido y devolverle, así, su verdadero significado de experiencia religiosa.

Primero, se le denomina como “Mesa”: término que en sus primeras aproximaciones es descrito como el conjunto de todos los recursos ri- tuales que servirían para superar cualquier situación adversa de los aymaras. Dentro de esta denominación los espíritus tutelares son presentados como seres que exigen comidas llamadas “mesas”, para aplacar su hambre y sed, del mismo modo que ellos lo hacen con sus oferentes.

Estudios ac- tuales tienden a superar tal percepción, partiendo de la relación recíproca que existe entre el aymara y la naturaleza, especialmente de su implicanción en el ciclo productivo y en el tratamiento de las enfermedades ocasionadas por los espíritus tutelares. “Mesa” pronunciado “misa” por el aymara, es la ofrenda por excelencia.

Esta denominación no es para compararla con la celebración eucarística ni para posponerla38, sino que tiene una comprensión significativa y ceremonial, que representa el espacio donde se debe preparar e inmolar la ofrenda, conmemorando la presencia inmanente y trascendente del Creador en la historia de este pueblo.

Así, este tér- mino denomina la totalidad del acontecimiento ritual de la ofrenda. El otro término con el cual lo denominan es “pago a la tierra” o “despacho39”. Se fundamenta, así, que la tierra necesita de retribución por su generosidad, y la única manera de hacerlo es por medio del “pago” o el “despacho”, o sea, la ofrenda presentada a los espíritus tutelares, en especial a la Pachamama; es decir, el hombre solicita “favores” y la tierra “concede”.

El pago es el tributo a la madre tierra en consideración por los frutos que da, ofreciéndole artículos de primera necesidad, así como bebidas alcohólicas. El despacho es considerado como el holocausto que se ofrece e inmola en nombre de los espíritus tutelares. “Pago” (de pagar), “despacho” (de enviar) y “alcanzo” (de alcanzar) son palabras castellanas que indican las responsabilidades y obligaciones que el aymara debía tener en cuenta como esclavo y colono frente a los tributos, a las encomiendas y a las mitas del sistema colonial.

Se induce, por tanto, y obliga a una nueva relación con Dios y los espíritus tutelares: conseguir sus beneficios y generosidad por medio del “pago”, “dándoles de comer”, “alcanzándoles” y “sirviéndoles”, lleva a un mero ritualismo de codicia, miedo, sumisión y muerte. Nos preguntamos: ¿cuáles son las fuentes o los presupuestos para afirmar definitivamente esas denominaciones y el carácter de esta expresión religiosa aymara? Algunos, desde ideas subjetivas de los estudios coloniales, y otros, pretendiendo explicarlo con categorías científicas, han hecho del rito de la ofrenda un objeto vulnerable de cuestionamientos y respuestas precipitadas hasta en los mismos aymaras.

Valorar la experiencia religiosa de esta cultura exige ir más allá de esos adjetivos impropios que despojaron la manera de pensar y comunicar existentes en este pueblo, y remitirnos necesariamente a sus orígenes. No por los estudios existentes, que, bajo presupuestos cuestionantes, niegan la autenticidad de sus expresiones religiosas, sino por medio de aquella herencia milenaria que une y mantiene hasta el día de hoy la nación aymara, nos referimos a su propia lengua (el aymara).

A pesar de las imposiciones lingüísticas de los invasores, los términos: Waxt’a (ofrenda, regalo), Loqta (ofrenda, sacrificio), Ayaqa (ofrenda) y Misa (ofrenda a la tierra), continúan dando sentido y manteniendo la originalidad de este rito. Dentro de la estructura general de los ritos organizados por los aymaras y asumidos por recientes investigadores, se mantiene como parte fundamental el momento de la ofrenda40. De ahí que cada rito es una celebración de ofrenda y tiene su referencia primordial en la ceremonia principal de cada año: “la ofrenda a la Pachamama”.

“Uno de los elementos más fundamentales del rito aymara es la ofrenda, llamada “misa” o “mesa”, que cumple la función de obsequio o don para los seres sobrenaturales (…). Hay muchos tipos de ofrenda compuestos conforme a las intenciones que se tiene con ella, y cada ofrenda contiene un número más o menos grande de ingredientes distintos, los cuales son una clara expresión de la gran capacidad simbolizante de los aymaras”41.

Por último, estas vías presentadas como presupuestos necesarios para la valoración y el pleno reconocimiento de la experiencia religiosa ay- mara son el resultado de continuos estudios y análisis del propio rito desde la óptica de la experiencia de fe y su relación con la reflexión teológico- pastoral cristiana.

Así, por ejemplo, Dalle42 realiza una descripción sumria del despacho, insistiendo en la compatibilidad cristiana del ofrecimiento, e incluso, mostrando un paralelismo aproximado entre el sacrificio de la celebración eucarística y la misa andina. Por otro lado, Marzal43, haciendo un análisis desde la perspectiva pastoral, afirma: “el pago a la Pachamama es para agradecer a la tierra por el bien que nos proporciona de parte de Dios”.

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